sábado, 18 de noviembre de 2017

Música De Mierda O De Dónde Viene Tu Mal Gusto Musical

Lo del ‘postureo’ en cuanto a música se refiere es brutal. Todos sabemos de alguien a quien le encanta alardear de conocer a esta o a aquella banda oculta y que se ríe del resto por no haberla escuchado nunca. Gente que acostumbra a soltar sentencias como: “¡Pero cómo no conoces a The Ponkins Shoners, si son lo último en la música underground de Georgia!”. Y todo mientras te miran con condescendencia por encima de sus gafas de pasta. Porque puede que uno disfrute a rabiar con las canciones de Céline Dion, pero que lo haga en la clandestinidad por temor a ser tachado de hortera. Pero, ¿es mejor una música que otra? ¿Depende de gustos o hay una regla que determine cuál es más buena de las dos? ¿No será el arte una construcción social?
Estos son los interrogantes que se planteó Carl Wilson, uno de los críticos musicales más famosos de Canadá, cuando escribió el libro que ahora llega a España bajo el título Música de mierda, un ensayo romántico sobre el buen gusto, el clasismo y los prejuicios del pop (Blackie Books). Porque, claro, todas esas preguntas llevan a otra, que se convierte en el eje de este estudio: “¿por qué la persona que más discos vende es de la que más se ríe la gente?”. Wilson tomó como objeto de análisis precisamente a Céline Dion, artista de fama internacional que representaba justamente lo opuesto a su idea del gusto. Y enseguida empezó a pensar que, lo mismo, el problema era de él…
Porque igual lo nuevo y rompedor no tiene por qué ser lo valioso. Igual lo verdaderamente bueno es lo convencional, lo emotivo, lo… sensiblero. O no. El caso es que Wilson empezó a bucear en la música de Dion, en su discografía, en su biografía, en la pasión de sus fans, interesándose por cómo un producto “manufacturado” y facilón ha llegado a convertirse en un fenómeno mundial. Y se dio cuenta de que muchas de sus opiniones eran únicamente prejuicios. Por eso Música de mierda ha terminado convirtiéndose en una manual para la destrucción de tabús culturales.
Wilson descubre que el gusto, efectivamente, tiene mucho que ver con los prejuicios sociales. Que, en muchas ocasiones, nos resulta impensable confesar que disfrutamos con las baladas de Bustamante o con los ritmos pegadizos de Justin Bieber porque no queremos que los demás sepan cómo somos realmente. Y que incluso nos forzamos para que nos guste lo que se supone que debe gustarnos para molar, para parecer inteligentes, inquietos, cultos. Aquello que nos aleja de dar una imagen de sensibleros o simplones. Entonces, ¿existen el buen y el mal gusto? Para saberlo, tendréis que leer Música de mierda, pero sí se puede adelantar que, más que existir o no existir, supone un arma para autoafirmarnos y crear a nuestro alrededor una determinada imagen.

El resultado termina siendo una gran obra sobre la mente humana. El escritor británico Nick Hornby habla de ella como “un ensayo profundo, provocador, que te obliga a preguntarte quién diablos eres realmente“, y el crítico estadounidense Alex Ross aseguró que con Música de mierda se acercó más al gran misterio de la música. En definitiva, Wilson firma un canto a la libertad para que cada uno construya sus gustos musicales como mejor le parezca y no se avergüence de saberse ‘de pé a pá’ el Buenas noches, señora de Bertín Osborne.

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