Ha habido muchos cambios desde que el ser humano comenzó a domesticar a los animales. Les hemos enseñado cosas que parece increíble que un animal pueda hacer, pero así es. Son muchas las tareas que nuestros perritos ya hacen por nosotros. Todo depende de cómo los eduques y cuánto tiempo les dediques. Poco a poco, a la vez que la sociedad avanzaba, las necesidades han ido cambiando, y muchos de ellos se han ido adaptando, han dejado de realizar determinadas tareas para llevar a cabo otras más acorde a los tiempos.
Ya no se hará la tierra con herramientas tiradas por bueyes, ni se envían mensajes gracias a la labor de las palomas mensajeras, los humanos tenemos otros medios de transporte y hemos dejado de desplazarnos montando a caballo, ni molemos los cereales gracias al trabajo de los burros. La tecnología ha avanzado y avanza enormemente, hemos dejado de necesitar su ayuda en muchos campos y hemos comprendido que en otros se ejercía un elevado grado de crueldad.
Aún queda mucho camino por recorrer en este sentido, pues aún son muchas las prácticas que requieren de la destreza de algunos animales. No olvidamos, por ejemplo, la industria de la caza, con el entrenamiento forzoso y al abandono que trae consigo; ni la del entretenimiento, con los circos, los acuarios y las plazas de toros, donde se ejerce maltrato animal ante los aplausos de un público sin conciencia. Definitivamente, no hemos acabado.
Lo que está claro es que les debemos muchísimo, pues son tan responsables como nosotros del progreso de la civilización. Sin ellos, el mundo sería muy distinto. Y aunque ya no necesitemos su ayuda para hacer trabajos de fuerza como antes, pues ahora los realizan máquinas, sí que podemos aprovechar de forma respetuosa algunas de las cualidades que ellos tienen y de las que nosotros carecemos. Por eso, hoy queremos contaros una historia que os va a dejar sin palabras
Este niño, Luke Nuttall, tiene 7 años de edad y padece diabetes de tipo 1, que se caracteriza por una deficiencia total de insulina, por lo que debe continuamente debe estar monitorizado. Sin embargo, esto no es suficiente, pues las máquinas también pueden fallar y por esllo, Luke cuenta con la ayuda de alguien muy especial para él: su perro Jedi.
Este labrador negro ha sido entrenado para detectar, a través de su olfato, los cambios bruscos en los niveles de azúcar que sufre su mejor amigo y ya ha tenido la oportunidad de demostrar lo eficiente que es en su trabajo. Una noche, mientras toda la familia dormía, Jedi detectó que los niveles de Luke no eran los adecuados, pero el monitor no emitió ningún aviso.
Por eso, el perro acudió a la habitación de los padres e intentó despertarlos de inmediato. Cuando consiguió sacarlos de la cama, Dorrie vio que el monitor no mostraba nada raro pero observó el comportamiento de su perro. Jedi no paraba de agachar la cabeza, la señal que le habían enseñado para indicar que los niveles de azúcar de Luke eran bajos. Así, supieron que algo iba mal y se pusieron en marcha.
Tras analizar los niveles en sangre comprobaron que, efectivamente, eran muy bajos y que el monitor había fallado. Le dieron al niño una pastilla de glucosa y esperaron a que se estabilizase.
Por suerte, Luke empezó a recuperarse de un estado que podría haberle costado la vida. Cuando los índices de glucosa bajan tanto, se puede producir un ataque hipoglucémico con horribles consecuencias; así que podemos afirmar que Jedi le salvó la vida a su mejor amigo aquella noche.
Cada vez son más los perros entrenados para prevenir ataques de esta y otras enfermedades, como la epilepsia. Se trata de entrenamientos caros (en torno a 45.000$) porque requieren un nivel de especialización difícil de conseguir, pero lo cierto es que para quienes padecen enfermedades crónicas de este tipo pueden ser un auténtico salvavidas.
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Fuente:El mundo
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